¿Y qué hacemos cuando necesitamos una palabra nueva? Como no existen los supermercados de palabras, (aunque estaría genial, me encantaría tener uno), podemos pedirla prestada o crearla, como ya hemos visto.
Así, los préstamos son palabras que una lengua toma de otra. Algunos son muy antiguos, los encontramos a partir del siglo V, son los préstamos históricos como aceite, que se toma del árabe, o guerra, que es de origen germano.
Y desde entonces no hemos parado de pedir palabras.
Los préstamos suelen adaptarse a la lengua que los recibe para que resulten más fáciles de pronunciar y escribir. Por ejemplo, mitin, que procede del inglés meeting, o fútbol, de football.
Pero otras veces los prestamos no se adaptan, y se mantienen igual o casi igual que en la lengua original, en este caso los llamamos extranjerismos, por ejemplo, gourmet o boutique. Y deben escribirse en cursiva o entre comillas.
En otras ocasiones, solo tomamos el significado, y no el significante, es decir, traducimos la palabra, son los calcos. Por ejemplo, ciencia ficción es el calco de science fiction.
Y me dejo para el final una opinión y una pregunta al hilo de este tema.
En mi opinión, los préstamos enriquecen el idioma, pero no tiene sentido adoptar a lo loco palabras de otras lenguas solo porque nos suenen más modernas o o más elegantes.
Y ¿os habéis dado cuenta de que se llaman préstamos, pero deberían llamarse donaciones?, porque nunca devolvemos estas palabras a su idioma original, ¡nos las quedamos!