Tildes

¡Qué revoltosas son las tildes! En unos sitios faltan, en otros sobran…

Está claro que son difíciles de atrapar, pero es importante hacerlo porque, aunque no me creáis, son fundamentales para la comprensión de un texto.

Por ejemplo, si yo digo “cuando termine esto”, quiero decir que todavía no he acabado. En cambio, si digo “cuando terminé esto” estoy expresando lo contrario, que he finalizado la tarea, (así que ya estoy libre para que me pidas otra cosa). Y fijaos, la diferencia es pequeña, tan pequeña como una tilde, pero muy importante.

Empezaremos, como no, por el principio. La mayoría de palabras tienen varias sílabas, son polisílabas, y siempre hay una que se pronuncia con más fuerza, esa es la sílaba tónica. Esa fuerza mayor, ese énfasis, a veces se marca con una tilde, (esa rayita pequeña y juguetona colocada encima de la vocal).

Ahora, simplemente, os voy a dar cuatro pasos, (un sencillo protocolo), para situar la tilde.

1.Divide la palabra en sílabas.

2.Identifica la sílaba tónica, es decir, la sílaba que se pronuncia con más fuerza. Para hacerlo debes repetir la palabra un par de veces. Te recomiendo que digas una oración completa para que su pronunciación sea más natural.

3.Clasifica la palabra por la situación de su sílaba tónica:

4.Aplica las siguientes reglas

Para acabar, solo me queda deciros dos cosas más:

Primero, las palabras monosílabas no llevan tilde, excepto los escasos casos de tilde diacrítica.

Segundo, cuando se juntan varias vocales hay que hablar de diptongos e hiatos, que siguen unas reglas un poquito especiales.

Y por último, aprendices de gramática, armaos de paciencia para ir mejorando con las tildes, que ya os dije que son muy muy revoltosas y difíciles de atrapar, pero con tiempo y práctica lo conseguiréis.

Ortografía de los extranjerismos

Si rebuscamos en el léxico de un idioma siempre encontraremos extranjerismos o préstamos, es decir, palabras tomadas de otras lenguas, (ya lo vimos aquí). Así, pedimos prestadas palabras para dar nombre a nuevas realidades, por ejemplo pendrive o piercing. O simplemente adoptamos un vocablo de otro idioma porque nos gusta o nos atrae. Por ejemplo, coach se está utilizando mucho, aunque la RAE, (y el sentido común), indican que es preferible emplear entrenador, asesor, o preparador, según el contexto.

Hoy quiero centrarme en cómo se escriben estas voces procedentes de otras lenguas, porque puede ser un poco lioso. Y para hacerlo debemos distinguir lo crudo de lo adaptado, (o acomodado).

Imagen chuletas y sofá

Los extranjerismos crudos deben escribirse en cursiva o entre comillas, (si escribimos a mano), para marcar que conservan la grafía y pronunciación de su lengua de origen. Por ejemplo:

Ayer comí pizza mientras escuchaba un blues.

Los extranjerismos adaptados, en cambio, se escriben en letra redonda y sin ninguna marca especial porque son palabras totalmente integradas en el sistema. Podemos decir que son palabras que ya se han puesto cómodas en nuestro idioma, (por eso la imagen del sofá), es decir, se han adaptado a la grafía y pronunciación del español, y también siguen sus reglas ortográficas.

Por ejemplo:

Mañana te invitaré a espaguetis después de preparar mi currículum y jugar al bádminton.

Las he puesto en negrilla y subrayadas para que se vean bien en el ejemplo…

Voy con las comparaciones que tanto me gustan, los extranjerismos adaptados son como el emigrante que tras varios años en un lugar está plenamente integrado, como si hubiese nacido allí, y conoce perfectamente todas las tradiciones de la zona, sus costumbres, los lugares…

Y una curiosidad para acabar, como los hablantes de español somos un montón, (unos 580 millones aproximadamente), y distribuidos por muchos países, encontramos adaptaciones diferentes de algunas palabras. Por ejemplo, del inglés piyjamas derivan los préstamos adaptados piyama, muy usado en América, y pijama, mayoritario en España, (ambos correctos).

En resumen, si te adaptas al castellano, sácate la cursiva y las comillas, que estarás más cómodo.

La guerra de las faltas

Aunque soy una persona pacífica y estoy firmemente convencida de que nunca hay que escoger el camino de la violencia, este trimestre estoy en guerra, ¡en guerra con las faltas de ortografía!

Tanque para la guerra de las faltas

Tanto los padres como los profesores estamos preocupados por la cantidad de faltas que vemos. Son tiempos difíciles, vivimos rápido y escribimos rápido, así llenamos nuestros wasaps de errores y abreviaturas locas. De este modo, aunque no queramos, transmitimos la idea de que da igual escribir que o k.  

Así que este trimestre, en 1º de la ESO, he cogido mis armas, he planeado mi estrategia y… ¡al ataque!, ¡he declarado la guerra!

Todas las semanas pongo de fondo de pantalla en mi ordenador unas oraciones que contengan las palabras que quiero trabajar. Así, cada vez que conecto el portátil a la pizarra digital, mis soldados ven esas palabras difíciles, (que también cuelgo en el aula virtual).

Bomba de la semana

A lo largo de la semana, entonces, los estudiantes crearán oraciones con esas palabras y me las enviarán por mensaje. Si son correctas, ¡genial!, y si no lo son me las enviarán de nuevo corregidas.

Es una idea sencilla, lo sé, pero creo que a veces son las que mejor funcionan. De este modo, trabajamos la ortografía de manera transversal, no solo en ejercicios específicos, (que también son necesarios y se harán).

También estoy viendo que mandar la actividad por mensaje en el aula virtual, hace que resulte más actual, más cercano a los estudiantes y que les dé menos pereza, ¡es como wasapear con la profe!

Además, todos nos estamos divirtiendo mucho con la metáfora de la guerra. Por ejemplo, si hay algún error, la bomba no explota y hay que volver a lanzarla, y si todas las palabras son correctas es un bombazo, (no sé, me están dando ganas de conseguir un casco para ir al colegio…).

Y por supuesto, habrá recompensas para aumentar la moral de mis tropas . Aquellos valientes que lancen todas las bombas recibirán una medalla al valor y el premio de no ser penalizados en el examen si se les escapa alguna falta, (esta idea ha gustado mucho en clase, os lo podéis imaginar).

En fin, os dejo, porque estoy en guerra y tengo que preparar la bomba que lanzaré esta semana.

La tilde diacrítica

En relación con la morfología y la sintaxis.

Seamos sinceros, la tilde diacrítica es un lío. Y si queremos ser totalmente honestos confesaremos que la tilde, en el más amplio sentido del término, también es liosa. Pero hay que intentar colocarla bien, aunque no sea fácil.

La tilde diacrítica marca la diferencia entre palabras que se escriben igual pero tienen significados diferentes, (porque son palabras distintas, a pesar del parecido). Lo explica muy bien y muy claro, como siempre, la Fundéu

Aquí solo quería poneros un par de ejemplos para que veáis la importancia de identificar la categoría gramatical para colocar bien la tilde diacrítica. Y el truco para hacerlo es fijarse en los vecinos de oración y en el significado del texto.

El perro se pregunta dónde poner la tilde

Así, mi, (sin tilde), es determinante posesivo, y siempre va delante de un sustantivo, indicando quién es su dueño.

Mi coche es blanco.

También es una nota musical, (y un sustantivo).

La soprano desafinó en el mi.

Y , (con tilde) es pronombre personal tónico, así que sustituye a un sustantivo, no lo acompaña.

Lo trajo para .

Y para comprobarlo podemos sustituir mi por un nombre propio:

Lo trajo para Pedro.

Todavía más liosa es la tilde diacrítica de interrogativos y exclamativos. Sobre todo en las oraciones interrogativas indirectas. Os confesaré, mis aprendices, que tengo que respirar hondo y pensarlo dos veces antes de poner estos acentos… Por ejemplo, llevan tilde:

No sé cómo pudo ocurrir.

Me imagino quién lo ha hecho.

Preguntó qué había pasado para averiguar el cuándo y el cómo de ese suceso.

En estos caso, la clave es diferenciar los interrogativos y exclamativos de las conjunciones y pronombres relativos,  (que no es sencillo).

Ayer volví al parque donde nos conocimos  (aquí donde es pronombre relativo).

Dijo que ya lo sabía (que es conjunción).

En resumen,  una lengua es como un inmenso juego de construcción o un puzle, en el que todas las piezas se relacionan. Y lo comparo con un juego, porque creo que  hacer encajar “las piezas” de un idioma es un reto difícil y divertido al mismo tiempo. ¡Ánimo, magos de la gramática!

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