¿Ilusión o consumismo?

Acaba de empezar el año, y todavía sentimos el dulce sabor del roscón de Reyes, incluso estamos un poquito empalagados después de tantas delicias navideñas. Pero hoy no voy a hablaros de la glucosa, aunque lo parezca, sino que voy a compartir con vosotros una reflexión que se ha paseado por mi mente esta temporada.

En todos los medios y en la publicidad no paran de calificar la fiesta de los Reyes Magos como el día de la ilusión, de la ilusión por recibir regalos, claro, que es lo especial de esta festividad. Pero a mí me está pareciendo el día del consumismo, y creo que la ilusión debería ir más allá de tener algo nuevo.

Los mayores recuerdan tiempos pasados en que los niños apenas tenían juguetes, así que el día de Reyes era muy especial porque suponía un momento único en el que recibían esos deseados objetos: el balón, la muñeca, el cochecito, la bici o lo que fuese. Por otro lado, tampoco los adultos estrenaban cosas con frecuencia, (en las aldeas gallegas, por ejemplo, había ropa  nueva una vez al año, en la fiesta del patrón).

Y no tengo nada en contra de los obsequios, me encantan, sobre todo para los niños, pero me parece que la ilusión es maravillosa, una luz en la oscuridad, una inspiración en el día a día, y no se debe identificar con regalo y con compra, porque se puede caer en una peligrosa vorágine de consumismo.

En fin, entre tanto anuncio de colonias y de juguetes empecé a pensar que deberíamos ampliar la mirada y buscar qué nos ilusiona de verdad a nosotros, qué sueños queremos perseguir y, sobre todo, cómo vamos a compartir todos esos anhelos con la gente que queremos. También creo que no debemos olvidar que “lo esencial es invisible a los ojos”, como dice el principito.

Todo y nada

Nunca hubo tanto conocimiento a nuestra disposición como hoy en día. Estamos a un clic de millones de datos. Tenemos al alcance de la mano multitud de libros, cuadros, películas,  música…

Y esto me hace pensar en tiempos pasados. Hace unos años empecé a aficionarme a la música antigua, (y no me refiero a Bowie o a Lenny Kravitz, de los que también soy fan), y descubrí que Bach o cualquiera de sus contemporáneos, por ejemplo, apenas tenían ocasión de escuchar sus obras más ambiciosas en todo su esplendor, interpretadas por todos los músicos en los que ellos habían pensado.

Pero no hace falta irse al siglo XVII, llega con remontarse a la década de 1980. Así, quienes fuimos al instituto en los años de las hombreras gigantes teníamos que esperar con ansia e ilusión, pegados a la radio, a que sonase nuestra canción favorita para grabarla. La vida era distinta sin Spotify…

Imagen cinta, Bach y Bowie

Y ahora el mundo nos ofrece infinitas opciones. Delante del ordenador o con el teléfono en la mano podemos llegar a todo lo que se nos antoje y saciar nuestra curiosidad y deseo de conocimiento.

Y es una suerte, somos realmente muy afortunados. ¿Pero no creéis que tal vez nos estemos empachando un poco? A veces pienso que simplemente consumimos conocimiento, tragamos los datos pero no reflexionamos ni interpretamos. Además, hay que escoger, porque el tiempo y las energías son limitados, y las opciones que se nos ofrecen ilimitadas.

También tengo la sensación de que no se profundiza. Buscamos lecturas cada vez más cortas. Decidimos si la canción nos gusta en los primeros 10 segundos. Deseamos saber un poco y saltar a lo siguiente rápidamente. ¿No estaremos escaldando en vez de cocinando?

A veces creo que tenemos todo al alcance, y por querer abarcarlo y alcanzarlo rápidamente, lo estamos perdiendo, nos estamos quedando sin nada.

En fin, yo intento seguir el ejemplo de la cabra, (que me parece un animal muy listo): escoger, comer y luego rumiar con calma para asimilarlo todo bien.

¿Por qué la gramática?

Sí, lo confieso, hasta hace poco no tenía Instagram ni sabía de qué iba el asunto, así que para mí está siendo una revelación y una fotografía de nuestra sociedad y sus preocupaciones.

Veo que hay muchas cuentas sobre ortografía, que explican estupendamente dónde poner la h, la b o la v, y que se esmeran en aclarar esas palabras habitualmente confusas: haber y a ver, hecho y echo, los porque, por qué y demás familia… Lo que está genial porque a todos nos viene bien echarles un vistazo.

Ejemplo confusión por las palabras

Así, tengo la sensación de que hay cierta conciencia de la importancia de escribir sin faltas, (que es muy importante, claro), pero escribir bien es mucho más que poner la letra correcta.

Escribir bien implica expresarse de forma clara y ordenada. También es necesario ser preciso, es decir, evitar las ambigüedades. Al mismo tiempo, es importante hacerlo con riqueza, intentando plasmar los matices que están en nuestra mente y que son fundamentales.

Y diferenciar los tipos de palabras, saber cómo se forman, o cómo funcionan en la oración ayuda mucho en esta tarea. Ya veis de que estoy hablando, ¿verdad?, de la morfología y la sintaxis.  Igual que un arquitecto debe conocer las estructuras de los edificios, o un diseñador de moda tiene que saber patronaje para hacer bien su trabajo, un hablante debe conocer la estructura y el funcionamiento de su idioma.

Voy a acabar con una paradoja. Me encantan las paradojas porque expresan lo contradictorio y poliédrico de la mente humana: la gramática es muy, muy útil, sí, estoy convencida, pero también estoy convencida de que la utilidad no es excesivamente importante, ¿acaso es útil sentir amor, disfrutar de la amistad, contemplar la belleza del cielo o escuchar la risa?

Equilibrio

Ya lo dijo Aristóteles, y ya lo dice el refranero también: la virtud está en un término medio entre dos vicios. ¿Y esto que implica?, equilibrio.

Vivimos tiempos complicados, está claro, y no hay más que echar un vistazo a telediarios y periódicos para comprobar que la sociedad está cada vez más polarizada. Podemos ver muchos ejemplos, así, mientras unos no salen de casa como precaución ante la COVID, otros asisten a fiestas clandestinas en las que se reúnen multitudes.  ¿Y en política?, no voy a entrar ahí, pero parece que todos derivamos hacia posturas extremas, y consideramos que dialogar o pactar es una traición.

Pues yo lo tengo claro, si tuviese un escudo de armas, (que no lo tengo), o si pusiese un cartel de neón sobre mi casa, destacaría esta idea: todo es cuestión de equilibrio.

Ejemplo equilibrio

Necesitamos el trabajo y también necesitamos un tiempo de ocio para dejar volar la mente libremente. Necesitamos actividad física, y también intelectual, solo así nos sentiremos completos. Necesitamos hacer vida social, ver a los amigos, pero también estar solos con nuestros pensamientos. Necesitamos salir, y también estar en casa a gusto, como han dejado claro los confinamientos. Y podría seguir así, dando ejemplos…

Y para acabar os confesaré que no sé cuál es el camino hacia ese equilibrio, ni cuál es la fórmula para alcanzarlo, (aunque los gurús aseguren que la tienen y a buen precio). Solo creo que hay que buscarlo, y que en esta búsqueda la reflexión y la moderación son buenas aliadas. Del mismo modo que analizar, escuchar e intentar ponerse en el lugar de los demás, también pueden ayudar.

¿Aprender sin esfuerzo?

La publicidad nos promete, entre otras muchas cosas, aprender sin esfuerzo. Pero lo siento, yo no me lo creo, y es más, pienso que esta idea puede hacer mucho daño.

El esfuerzo es fundamental para cualquier aprendizaje y nada se logra sin él. Porque la mejora en cualquier actividad se consigue solo con tiempo, práctica y ganas, es decir, con esfuerzo.

Por ejemplo, a la mayoría de mis alumnos les gustan los videojuegos y pasan gran parte de su tiempo libre jugando. Estoy segura de que para ser bueno en Call of Duty o Minecraft, por ejemplo, hay que poner empeño, que no se consigue sin dedicarle atención y voluntad.

Lo mismo pasa con el deporte, es evidente que hay que entrenar y sacrificarse para ser ciclista, futbolista… incluso a nivel aficionado o piltrafilla.  Yo lo he vivido en el gimnasio, en las primeras clases de step o zumba, en las que hay que seguir una coreografía y se necesita coordinación, todos vamos como patos borrachos moviéndonos a la contra del grupo y sin saber qué hacer con las manos y los pies. Pero con un poco de constancia, después de un tiempo, se sigue la clase y se disfruta muchísimo.

Ejemplo pato desorientado

Porque no hay fórmulas mágicas para conseguir metas rápidamente y sin trabajo. Solo la paciencia, la motivación y el gusto por el esfuerzo ayudan a conseguirlas. Así, creo que la clave para aprender es amar el proceso de aprendizaje. Tal vez sea un poco radical, y en algunos casos difícil de conseguir, pero hay que intentarlo. Estoy segura de que en cualquier materia, si la miramos con un poco de cariño, podemos ver algo que nos agrade.  

Así que con esfuerzo, un poco de concentración, paciencia y ganas, casi siempre se consigue el resultado esperado. Y si no se logra, por lo menos queda la satisfacción de haberlo peleado.

Pero esta idea no está de moda, la publicidad intenta convencernos de que todo es fácil, rápido y sin esfuerzo. Y si nos lo creemos, vamos de cabeza a la frustración y a la infelicidad, porque no es cierto.

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