Habitualmente, los profesores oímos comentarios como “¿para qué sirve esto?” o “esto no sirve para nada”, que en realidad son una protesta y un pequeño acto de rebelión de nuestros alumnos contra el sistema educativo.
La respuesta más rápida y evidente es “para aprobar el examen”, y todos hemos contraatacado con esta frase alguna vez, ¿verdad?, aunque no creo que sea la mejor, a pesar de su indudable verdad.
Otras veces, invertimos nuestras energías en intentar convencer a los desmotivados alumnos con argumentos del estilo de “para tener más cultura”, “el saber no ocupa lugar”, (el refranero siempre es un recurso), que no nos convencen ni a nosotros mismos, aunque sean ciertos.
Pero nuestra arma más poderosa como docentes es la ilusión, porque la ilusión por aprender puede ser una fuerza muy potente. Y para transmitirla, primero debemos sentirla nosotros.
Aunque está claro que es más fácil ilusionarse en el terreno de las aficiones, que son más libres y no tienen que ceñirse a programas, ni a diseños curriculares, ni horarios, ni presupuestos… También deberíamos ser capaces de mantener la ilusión en nuestro trabajo, pese a los condicionantes, y contagiarla.
Porque, en realidad, profesores y alumnos estamos unidos haciendo una tarea. Así que dejémonos llevar por la curiosidad, mimemos la ilusión de aprender, el deseo emocionante de descubrir algo nuevo cada día.
En fin, la enseñanza puede ser un constante aprendizaje no solo para los alumnos, sino tambien para los profesores, un emocionante viaje de descubrimiento hacia destinos desconocidos.
Podéis llamarme soñadora, utópica o inocente, sí, ¡y a mucha honra!